Recordant Mario
Benedetti (14/09/1920 – 17/05/2009)
Historias de fantasmas
Los dos
fantasmas, uno azul y otro blanco, se encontraron frente a la caverna
consabida. Se saludaron en silencio y avanzaron un buen trecho, sin pisarse las
sábanas, cada uno sumido en sus cavilaciones. Era una noche neblinosa, no se
distinguían árboles y muros, pero allá arriba, muy arriba estaba la luna.
- Es
curioso- dijo de pronto el fantasma blanco-, es curioso cómo el cuerpo ya no se
acuerda de uno. Por suerte, porque cuando uno se acordaba era para que
sufriésemos.
- ¿Sufriste
mucho?-preguntó el fantasma azul.
- Bastante.
Hasta que lo perdí de vista, mi cuerpo tenía quemaduras de cigarrillos en la
espalda, le faltaban tres dientes que le habían sido arrancados sin anestesia,
no se habían olvidado cuando le metían la cabeza en una pileta de orina y
excremento, y sobre todo se miraba de vez en cuando sus testículos.
- Oh-fue
la única sílaba que pronunció o pensó o suspiró el fantasma azul.
- ¿Y
vos?- preguntó a su vez el otro-¿También tu cuerpo te transmitía sufrimientos?
- No
tanto mi cuerpo sino el de los otros.
- ¿De
otros? ¿Acaso eras médico?
- No
precisamente. Yo era el verdugo.
El
fantasma blanco recordó que allá arriba, muy arriba, allá estaba la luna. La
miró sólo porque tenía necesidad de encandilarse. Pero la luna no es el sol.
Con una
punta de su sábana impoluta se limpió la brizna de odio. Luego se alejó,
flotando, blanquísimo en la niebla protectora, en busca de algún Dios o de la
nada.
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